27 mayo, 2024

Ignacio Navas: «el taller es una forma de perder el miedo a los proyectos interactivos»

Ignacio Navas, Nacho, es una de esas personas inquietas que siempre parece estar emprendiendo mil cosas a la vez y con la cabeza a más revoluciones que la media. Desde la creación a la gestión, sus propuestas siempre son muy creativas y adaptadas al momento presente. Fotógrafo procedente de la periferia que supone una ciudad como Tudela (Navarra), podemos decir que está asentado en Madrid y que forma parte de una nueva generación de creadores surgidos de Blankpaper Escuela, que toman la imagen y el relato como los protagonistas de sus obras. Tras presentarse en los visionados de Art Photo Bcn y volver anualmente como cofundador del espacio independiente El Local, para esta undécima edición nos propone un interesante taller que trata de la intersección entre interactividad, imagen y relato para perder los miedos a los nuevos medios interactivos. Comentamos con él algunos aspectos del circuito y os animamos a apuntaros a su taller para ampliar las miras de los acabados fotográficos hacia el videojuego y los proyectos interactivos.

El primer proyecto por el que te conocimos fue Linde (2012), un cuidado fanzine en el que exploras el día a día de la periferia madrileña. Podemos ver un eje central en tu trabajo hacia lo cotidiano como semilla de una visión más universal, pero con acabados muy diversos. ¿cómo has derivado hacia la pantalla y los medios interactivos? ¿Cómo se comercializa un proyecto fotográfico en este medio? ¿Cómo puede fomentarse la democratización del arte desde el medio interactivo?

Lo que aprendí haciendo Linde, me interesan las historias cotidianas. Las pequeñas aventuras de dos adolescentes enamorados, el cansancio de un padre o una madre que va cada día a trabajar, la envidia de un vecino a otro por tener un coche más grande, la exageración y mitología del bar de un pueblo, las mezquindades de una tienda para ganar unos pocos euros más o la historia del traspaso de un negocio. Creo que esta cotidianidad es el lugar desde el que un fotógrafo como yo puede desarrollar su trabajo, es lo que conozco, y se ha convertido en la materia prima de mis proyectos. En estas pequeñas historias podemos escudriñar los matices que habitualmente quedan fuera de la gran narrativa oficial, pero que a su vez, muestran las costuras y flecos de nuestra sociedad.

Tras varios años trabajando desde esta marcada aproximación documental, me he dado cuenta de que me interesa profundizar en cómo las estructuras sociales, políticas y económicas se manifiestan y nos moldean en el día a día. Estructuras como la idea de éxito adquirida a través del imaginario que crean los anuncios publicitarios, las tensiones propias de una cuadrilla de amigos o los valores familiares heredados. Este es el lugar desde el que creo mis proyectos, no deja de ser una manera de intentar entender y revisar continuamente el mundo en el que vivimos. Al haber estudiado en la Escuela de Blank Paper, con Fosi Vegue, la idea de crear una narrativa fotográfica a través de una secuencia de imágenes es algo muy marcado en mi formación. Pero tras trabajar así varios años, sentía que faltaba algo, quería algo más, llegué al punto que me aburrían mis proyectos. Entonces comencé a esbozar piezas diferentes, buscando que la propia imagen ocupara el espacio expositivo.

Aun así, sentía que no era suficiente, me faltaba algo. Me interesaban las posibilidades que surgen al concebir proyectos para un espacio expositivo, dirigidos a crear una experiencia en el espectador que entra en la sala de exposiciones, y a explorar los actos simbólicos a través de la imagen. Pero me pregunté: ¿Cual es la frontera que todavía no he cruzado en la fotografía? Y la respuesta fue: la interactividad. Ahí es cuando aterrizo en los videojuegos y en los proyectos interactivos, volviendo a poner el foco en articular los proyectos a través de una arquitectura narrativa como en un libro, pero utilizando todas las herramientas que nos brindan las nuevas tecnologías. Al final, lo que busco es expandir la fotografía hacia nuevos lugares, y así es como finalmente llego a crear estas instalaciones interactivas.

Me preguntas también sobre la comercialización de estas piezas, más allá de su hábitat natural que son los circuitos del arte, los festivales de fotografía o las instituciones, me encantaría llevar estos proyectos hacia nuevos públicos a través de las plataformas digitales como Steam, itch.io. No se si fomentará la democratización del arte, pero si es cierto que hay un gran público en estas plataformas que acepta de buen grado propuestas que no tienen nada que ver con los cánones del videojuego, me encantaría que mis proyectos contagiaran la pasión que sentimos por el medio y sirvieran como puerta de entrada hacia la fotografía contemporánea para este público.

Cuando hablamos de videojuegos todos vamos directamente al dibujo y la ilustración como elemento esencial. ¿Cómo se introduce la imagen en este campo? ¿Son las pantallas las nuevas ventanas abiertas para las generaciones que vienen?

Realmente la imagen fotográfica lleva en el videojuego desde casi sus orígenes, pero hay títulos que destacan, como Heart of China (1991, Dinamix, Inc.), donde mezclaron fotografías e imágenes dibujadas a mano. También merece la pena destacar la imagen en movimiento, también a partir de los 90 se crean videojuegos basados en la tecnología FMV (full motion video) con títulos tan sonados como Night Trap (1992, Digital Pictures). Esto ha evolucionado en títulos tan interesantes como Her Story (2015, Sam Barlow), o incluso ha dado el salto a plataformas tan populares como Netflix, con Black Mirror: Bandersnatch (2018). Me parece interesante conocer estos títulos porque muestra como el público esta abierto a todo tipo de propuestas, por lo que hay un gran campo para explorar este medio. Volviendo a la imagen fotográfica, hay desarrollos más modestos que la utilizan. Merece la pena echar un vistazo a 10 Mississippi (2018, Karina Popp) y a todos los juegos desarrollados por Mikael Nyqvist bajo su sello MDNA Games (desde el 2004 hasta la actualidad). Y sobre videojuegos que se encuentran más enmarcados en el circuito del arte destacaría The Game: The Game, de Angela Washko (2018).

¿Qué ofreces desde el taller que vas a impartir en Art Photo Bcn? ¿A qué tipo de participantes va enfocado? ¿Qué esperas encontrarte en esa convivencia con los participantes? ¿Cuál es el mayor problema que se encuentra un creador que quiere iniciarse en este medio?

El uso de la fotografía en títulos como los que antes mencionaba es lo que primero que desgranaremos en el taller, así como sus mecánicas. Pero iremos más allá, me gustaría que el taller fuera un punto de inicio, una forma de perder el miedo a los proyectos interactivos. Puede asustar al principio, pero la programación para este tipo de proyectos es muy básica y cualquier persona puede aprenderla fácilmente. Veremos un flujo de trabajo para desarrollar un proyecto interactivo y estudiaremos uno de los motores más accesibles: GameMaker. Tras ello nos lanzaremos a crear un pequeño prototipo. Para terminar, veremos recursos para seguir desarrollando dicho proyecto y abordar cualquier otro.

El taller va dirigido a personas que desarrollen proyectos fotográficos y quieran explorar otros formatos utilizando las posibilidades de las nuevas tecnologías. Te sorprendería ver que la programación es más creativa de lo que nos imaginamos, al final programar consiste en dar órdenes a una máquina que las ejecuta. Creo que el mayor desafío que puede tener alguien, viniendo desde la fotografía, es desconocer como funciona un ordenador y el motor que estas utilizando. Por ejemplo, las imágenes en alta resolución son elementos muy pesados, para que se muestren en pantalla de forma fluida deben cargarse y descargarse de la memoria en determinados momentos. Pero no es complejo, una vez adquieres las nociones básicas, ya tienes los recursos para entender lo que esta pasando en los diferentes componentes del ordenador y solucionar los problemas que surjan.

Cambiando de tema, coméntanos un poco sobre El Local, como surge la idea de un espacio autogestionado por autores? ¿Quiénes sois? ¿Como os organizáis? ¿Cual es vuestro objetivo dentro del circuito establecido de espacios profesionalizados de la ciudad de Madrid?

En febrero de 2022 surgió la oportunidad de reactivar una idea que intente llevar acabo hace muchos años, pero que entonces no pudo ser: El Disparate. La idea era juntarnos varias personas que habitualmente autoeditamos nuestros proyectos en libros o fanzines y lograr conquistar una mesa en ferias de publicaciones. No solo funcionó muy bien, sino que las sinergias que se generaron entre las personas que estábamos ahí fueron increíbles. Ahí vi claramente que este es el camino, el unirnos y organizarnos. Después fuimos haciendo más cosas y El Disparate se ha convertido en una red de apoyo entre fotógrafos y fotógrafas. En un momento dado viajé a Argentina, ese país me alucinó. Ahí vi como el “under” se pone realmente en valor, dejando la institución como un espacio para las personas ya consagradas. Aquí tengo la sensación de que muchas veces se persigue estar en la institución a toda costa y se mira por encima del hombro a lo que está fuera, cuando creo que el camino que deberíamos tomar las personas jóvenes es precisamente ese, tratar de crear tejido desde la independencia, lo demás llegará y será bienvenido a su tiempo. A la vuelta de ese viaje empecé a llamar a amigos y amigas para juntarnos y crear un espacio donde pudiéramos hacer cosas. Un año después, en enero de 2023 se hizo realidad y abrimos las puertas. Como curiosidad, originalmente iba a llamarse La Balsa, por la canción de Tanguito.

Desde entonces hemos aprendido mucho y el espacio ha ido evolucionando. Es un espacio dinámico, sus miembros cambian ocasionalmente. Actualmente somos: Shinji Nagabe, Karina Morante, Emma Álvarez Marty, Andrea Durán, Ángel Biyanueba, Silvia Jiménez, Jorge Núñez Riquelme, Jorge G. Higuera y yo. La organización es sencilla: El Local es un paraguas para hacer los proyectos realidad, cada persona por su propia iniciativa hace sus propuestas, y es completamente responsable de ellas. Cuando podemos nos ayudamos, pero siempre nos gusta mantener cierta independencia. Entre todos los miembros pagamos el alquiler y los gastos del espacio, y así esta disponible para hacer lo que queramos. Es como un piso compartido de alguna manera.

Nuestro objetivo es agitar el tejido fotográfico de la ciudad de Madrid, dar un espacio para la fotografía contemporánea donde todas las personas son bienvenidas. Empezamos haciendo exposiciones y talleres pero ahora queremos dar un paso más allá. Nos hemos dado cuenta que lo que realmente podemos aportar esta relacionado no con lo meramente expositivo sino con el desarrollo de los proyectos y las redes de personas, por lo que estamos en proceso de convertir las exposiciones en una especie de residencia o laboratorio de creación.

Una de las iniciativas de El Local se llama Intersecciones y lo defines como un grupo abierto de trabajo sobre proyectos fotográficos, ¿en qué consiste? ¿Cuánto hay de trabajo colaborativo en la individualista vida del autor de imágenes? ¿Qué te mueve a tomar este tipo de iniciativas más asociacionistas?

Intersecciones nace de la necesidad de volver a compartir y disfrutar de la fotografía. En el camino hacia la profesionalización todas las conversaciones entre colegas pasan de “he visto este proyecto y me ha encantado” y estar motivado, haciendo proyectos sin parar, a “estoy echando tal beca o estoy viendo como producir esto otro”. Creo que eso hace mucho daño a los proyectos, nos paraliza y nos hace olvidarnos de lo que realmente nos enganchó de este trabajo. También creo que es importante tener objetivos y fechas límite, sino nos diluimos en las responsabilidades del día a día y no avanzamos con los proyectos que queremos hacer. Quería crear un espacio para recuperar esa ilusión, ese amor, ese compartir. Y la verdad es que ha funcionado, Intersecciones es un espacio de 19:00 a 22:00, todos los martes donde las personas pueden venir con sus proyectos fotográficos a hablar de ellos, y de fotografía. Jorge G. Higuera suele venir a enseñar los últimos libros que ha comprado, a veces vemos las webs de museos como The Photographers Gallery o FOAM y comentamos las exposiciones que están haciendo, o nos ponemos a trabajar de forma conjunta en los proyectos de las personas. Es algo muy relajado, somos muy conscientes de que no queremos suplantar otros espacios de educación formal, por lo que tratamos de hacer que sea un grupo de amigos y amigas hablando de fotografía de forma más o menos desordenada. Aquí en Barcelona tenéis a Negra Mosca, es un lugar donde también se siente esta actitud y cariño.

¿Qué me mueve? La necesidad y la responsabilidad generacional. Cuando pienso en clave de gestión cultural, pienso siempre desde nuestras necesidades, las de los fotógrafos y fotógrafas contemporáneas de nuestro contexto, desde ahí pienso los proyectos que hago en el marco de la gestión cultural, y luego trato de resolverlos con los recursos que haya disponibles. A veces da vértigo lanzarse a hacer proyectos, pero tenemos que intentarlo, también por los que vengan después ya que es lo que les vamos a dejar. Esa es mi motivación para no tener miedo y activar los resortes que hagan falta para que los proyectos salgan adelante. Así nacen El Disparate, El Local y otras propuestas más pequeñitas como el Archivo Público de Dosieres (que surgió hablando con Grace Hoyle), un repositorio púbico donde se muestran dosieres que han recibido premios en distintas convocatorias o La Embajada (que estoy gestionando junto a Jonás Forchini), una nueva aventura que vamos a llevar acabo en los Encuentros de Arlés, también de forma independiente. Como decía, estos proyectos responden a necesidades generacionales que tenemos, como la de tener a mano referencias útiles o la de tener un espacio en el festival de Arlés donde año tras año sea posible tender puentes hacia Europa y entrar en su circuito institucional. Las acciones colectivas son poderosas porque son la suma de muchas voluntades, y eso es contagioso. Por suerte, muchas personas nos están ayudando en el camino, me siento muy agradecido por ello.

Para acabar te hacemos la pregunta de rigor, independientemente del acabado final que se le quiera dar desde la impresión a la pantalla, del libro a la proyección, ¿que debe tener una imagen para emocionarte?

Más que de imágenes, yo hablaría de proyectos fotográficos, o de cuerpos de trabajo. Entonces, los proyectos que me interesan son los que aportan algo nuevo al medio fotográfico. Es como con la música, me emociona escuchar nuevas maneras de hacer canciones, aun dentro del mismo género musical. Para mi, ahí está el valor y relevancia de sus creadores y creadoras. Si siguiéramos escuchando los mismos sonidos que hace 20 años, perderíamos el interés, nos aburriría. Es emocionante ver como alguien consigue mezclar una cosa, con otra, y con otra más, y así logra crear un nuevo paradigma desde el que hacer música, fotografía o cualquier otra rama de las artes. E incluso iría más allá, para mi el tema ni siquiera es relevante, lo que importa es el cómo se trata, el encontrar nuevas estrategias para decir cosas, para no decirlas, o para que exploten en el espectador. Los proyectos que logran abrir nuevas puertas para el medio fotográfico son los que me emocionan.