3 julio, 2020

Erik Estany Tigerström: «lo que me gusta de la fotografía es que la imagen surge a partir del gesto de poner límites a la realidad».

Erik Estany Tigerström fue el ganador de la sexta edición de Art Photo Bcn y del premio Copia’s Wall Award. Su proyecto, Del que passa a fora, es un trabajo singular, potente y conceptual, donde el autor nos invita a mirar la cotidianidad que ve a través de la ventana, como si fuera una maqueta de la realidad llena de signos por descifrar. El proyecto registra la conexión entre la máquina y el fotógrafo para reflexionar sobre la relación entre las personas y la tecnología, e imagina cómo ven el mundo las máquinas para pensar en como lo vemos nosotros. Erik Estany Tigerström se aproxima a la realidad que ve a través de la ventana como si de una pantalla se tratara, y mira lo que pasa fuera para pensar en lo que pasa dentro, dentro de esta capa de imágenes que media entre nosotros y el mundo.

¿De dónde surge la idea germinal del proyecto?

No lo sé. Normalmente no tengo una idea previa antes de empezar a tomar fotografías. De hecho mientras fotografío tampoco tengo muy claro qué estoy haciendo, y a menudo ni siquiera lo sé después, cuando miro las imágenes. Me gusta pensar que mi proceso de trabajo es similar al de una araña, que avanza sobre la tela que teje para continuar tejiendo. Y de hecho tal vez es por eso mismo que con frecuencia me quedo atrapado en lo que hago.

En este caso empecé a tomar fotografías de lo que veía a través de la ventana sin tener muy claro que lo hacía. Empecé a mirar las imágenes y a pensar qué querrían o podrían decir. Estas ideas fueron dando forma a las imágenes, y las nuevas imágenes fueron deformando las ideas de donde habían salido. Y así hasta hoy. Para mí es un proceso de contaminación entre lo que veo y lo que pienso. Entre descubrir un significado dentro de las imágenes, y construir uno nuevo encima. Y cada uno de estos dos gestos tensa las imágenes hacia una dirección. Y de esta tensión a veces sale algo que me parece significante. Supongo que fotografío porque no entiendo la realidad, porque estoy en conflicto con ella y tengo preguntas para hacerle. Si tuviera respuestas, si ya supiera qué quiero decir con las fotografías que aún no he hecho, no las haría.

Tus imágenes conforman un mosaico de detalles que pueden pasar desapercibidos, cotidianos e intrascendentes. ¿Qué ves para hacerles cambiar de estatus? ¿Cuándo una imagen hace ese clic en tu mente para captarla o apropiarte de ella?

Creo que lo que me produce este clic es la extrañeza, y siempre me ha parecido que no hay nada más extraño que la gente normal. Juan José Millás lo explica muy bien cuando habla de su proceso de escritura, y a mí es una idea que de alguna manera me reconcilia con las cosas. Básicamente se trata de la sensación de que la cotidianidad está llena de fantasía, pero que no la vemos porque nos hemos acostumbrado a observarla a través de una mirada plana, que convierte las cosas cotidianas en ordinarias e insignificantes. En cosas ordenadas y sin significado. Pero que si extrañamos un poco la mirada, la apariencia de estas cosas cambia, y esto nos fuerza a pensar qué significan. La extrañeza desordena y resignifica las cosas, y permite que lo ordinario se convierta en extraordinario.

Pensando sobre esto, recordé que cuando era pequeño me regalaron el libro «El ojo mágico». Si se miraba a simple vista solo se veían unas ilustraciones psicodélicas, pero si en vez de mirar al papel, se forzaban los ojos y se enfocaba delante o detrás de la página, aparecía una imagen tridimensional consecuencia de una ilusión óptica. Mientras la mirada normal se estrellaba contra aquel patrón sin sentido, la mirada estrábica permitía descifrarlo y entrever imágenes escondidas detrás de él. Extrañando la mirada, emergían significados allí donde antes no los había. Cuando ya me sabía de memoria todas las ilustraciones probé de hacer lo mismo fuera del libro. Me acuerdo que miraba de cerca la funda del sofá, buscando imágenes escondidas detrás de aquel patrón. Creo que de alguna manera en este trabajo he hecho lo mismo, y que mirar desde la ventana a través de la cámara me ha servido como un ejercicio para extrañar la mirada. El marco de la ventana me limita la visión y la concentra. La perspectiva vertical desplaza la subjetividad desde donde miro. Y el teleobjetivo fragmenta y comprime la perspectiva de las cosas, relativizando la percepción del espacio y el tiempo. Pienso que al final todo esto es un pretexto para encontrar un sentido al absurdo, un juego para intentar crear una ilusión, en lo que veo y en mí. Y es divertido descubrir que si lo miras bien, justo en frente de tu casa está pasando todo todo el tiempo, como pasaba en las páginas del libro. Y que lo que no veía detrás de la funda del sofá, lo veo ahora a través de este juguete de extrañar la mirada que es la cámara.

¿Cuál es tu modus operandi?

He trabajado desde la limitación. Creo que precisamente lo que me gusta de la fotografía es que la imagen surge a partir de este gesto de poner límites a la realidad. Limita la cantidad de espacio que se verá en la imagen, y la cantidad de tiempo que quedará recogido en su interior. Mirar por la ventana también es un ejercicio de limitación, porque delimita el trozo de realidad que puedes ver, y limita tu capacidad de relacionarte con ella. Poner una cámara delante de una ventana es poner una limitación delante de otra. Quizá es una manera de poder ver la limitación. No es casualidad que la primera fotografía que se conserva sea la vista desde una ventana, o que se haya definido el medio fotográfico como una ventana para ver el mundo. A mí básicamente lo que me interesa de la limitación, es que concentra la mirada entre estos límites y permite que se haga más profunda. Me permite dejar de ir a buscar las cosas y me obliga a esperar que pasen por delante de mí. Me fuerza a ver menos pero a verlo mejor.

A partir de ahí he fotografiado de manera bastante indiscriminada, acercándome con el teleobjetivo a las cosas que me llamaban la atención. O mejor dicho, a las cosas que intuía que me llamarían la atención cuando las viera en forma de imagen. Revisando las fotografías aparecían muchos detalles que no había visto, o que había visto pero que en la pantalla adquirían otro sentido. Podríamos decir que he hecho muchas más fotos desde la pantalla que desde la ventana, o que la pantalla ha funcionado como una segunda ventana para volver a limitar la realidad. A medida que recortaba las fotografías y me acercaba a estos detalles, el sentido de las cosas iba cambiando. Como si acercándome las recortara de su contexto y esto permitiera pensar nuevos significados. Como si todo el espacio eliminado alrededor de la fotografía aún estuviera allí, y fuera el margen desde donde podemos dar vueltas a la imagen y imaginarla.

De alguna manera, y sin proponérmelo, he acabado funcionando desde la lógica de una máquina, de una máquina de ver: observando el mundo a través de las imágenes, almacenándolas, ampliándolas para analizar los detalles, y creando categorías para clasificarlas en una especie de taxonomía de la realidad. Un día de verano llevaba tanto rato tomando fotografías y ampliándolas en la pantalla, que cuando me di cuenta la cámara se había calentado hasta el punto de quemarme y dejarme una marca en la mejilla. Y me pareció divertido pensar que, o bien era un aviso de la máquina para ahuyentarme, o bien era un intento de fundirse conmigo. O tal vez era mi cabeza la que se había calentado y intentaba fundirse con ella. En todo caso me hizo pensar en la relación íntima y penetrante que tenemos con la tecnología en nuestro día a día. Y también me sirvió para pensar que quizás tenía que parar un rato.

El proyecto surge de lo que observas desde la ventana, pero se acaba materializando con unas imágenes que parece que han salido de dentro de una pantalla. Hablas de la confusión entre estos dos elementos y de las realidades que nos muestran. ¿A qué te refieres?

Si históricamente la ventana ha sido el elemento por excelencia desde donde ver la realidad y interaccionar con ella, ahora parece que de alguna manera la pantalla le está disputando la hegemonía. Observamos el paisaje, miramos el tiempo que hace fuera, leemos las señales de tráfico, hablamos con la gente, o vigilamos nuestros hijos mientras duermen, todo a través de la pantalla. Lo que antes veíamos a través de la ventana, ahora lo vemos a través de la pantalla. Todos nos hemos perdido por creernos más lo que nos indicaba el Google maps que lo que veíamos a través del cristal del coche.

Estamos en un momento en que parece que las dos superficies se confunden. Miramos a través de las pantallas como si fueran ventanas, y de tanto hacerlo empezamos a mirar a las ventanas como si fueran pantallas. Desde hace tiempo se está trabajando para integrar componentes electrónicos en las ventanas para que nos muestren información flotante, y no parece descabellado pensar que dentro de unos años, miraremos lo que pasa afuera a través de estos híbridos entre ventana y pantalla. El mundo local que nos muestra la ventana y el mundo global que nos muestra la pantalla se contaminan y se confunden, y de hecho, en eso se basa la realidad aumentada.

Hay autoras, como Hito Steyerl, que hablan de una nueva normatividad visual basada en las pantallas. Y de hecho basta con levantar la vista de la pantalla para ver que ya nadie está mirando por la ventana. La pantalla nació como una analogía de la ventana, y de algún modo quizás ha terminado abduciéndola y digitalizándola en su interior. Como una captura de pantalla. Hoy, la palabra ventana se refiere tanto al elemento arquitectónico que tenemos en la pared de casa, como al elemento bidimensional que organiza la información dentro de la pantalla. Esto que abrimos, cerramos y minimizamos. Quizás hoy la pantalla es la nueva ventana para ver el mundo.

La mayoría de imágenes de tu trabajo están hechas antes del confinamiento, pero de alguna manera nos invitan a pensar en lo que está pasando ahora. ¿Qué peso tiene la situación actual en este trabajo?

Yo hacía un año que hacía fotografías desde la ventana, o sea que de alguna extraña manera es como si me hubiera adelantado al confinamiento. Ahora mismo parece imposible mirar cualquier imagen y no relacionarla con lo que nos está pasando. De todos modos creo que el trabajo se mueve sobre unas ideas que la situación actual ha puesto en el centro de nuestras vidas: la relación que establecemos con la tecnología, el control, la vigilancia, la privacidad, la omnipresencia de las pantallas, la virtualidad, la distancia, y sobre todo la relación entre el dentro y el fuera, y por lo tanto entre nosotros y los otros. Me parece urgente que empecemos a pensar y a debatir sobre estas ideas, y que creemos resistencias a este proceso de aceleración del capitalismo que nos lleva hacia una nueva normalidad virtual, autoritaria, basada en el miedo, y aún más injusta y criminal que la de antes.

En la era de la comunicación la imagen es su gran protagonista pero en tu proyecto hablas de escribir sobre las imágenes y pensar a través del texto. Coméntanos un poco este aspecto. ¿Vuelves sobre lo conceptual o te envuelves de ello para enrevesar la imagen que obtienes?

Una de las cosas que no entiendo de la fotografía es su incapacidad para explicar la realidad. Y creo que me gusta tanto precisamente porque no lo entiendo. ¿Cómo una imagen de un perro, que se parece tanto a un perro, nos puede explicar tan pocas cosas de ese perro? Me interesa este vacío que dejan las imágenes en su interior, y lo que ocurre cuando intentamos llenarlo con el lenguaje. El juego de sentidos que se genera entre la imagen del perro, la palabra perro, y los significados que esta palabra tiene, tanto para quien ha hecho la imagen, como por quién la mira. Me interesa el potencial artístico y político de este juego, y supongo que por eso me interesan las relaciones que se establecen entre el texto y la imagen.

¿Qué referentes podemos encontrar en tu trabajo? ¿Quiénes han sido los autores y autoras de dentro y de fuera del mundo estrictamente fotográfico que has tenido más presentes?

Me cuesta hacer una lista de referencias, porqué pienso que quizás al final nos marca más una conversación que escuchamos sin querer por la calle, que todos los libros que hemos leído. De todos modos, he leído y visto el trabajo de autores que me interesan por motivos muy diferentes, y que seguro que de alguna manera me han influido, como «La ilusión documental» de Takuma Nakahira, «Tentativa de agotamiento de un lugar parisino» de George Perec, «Universo pequeño» de Antonio M. Xoubanova, los estudios de Eadweard Muybridge, los libros de Vilém Flusser, o la obra de John Baldessari.

En este 2019 has ganado varios premios como el Fòrum Can Basté con la consiguiente exposición en la Sala Cava, el premio Art Photo Bcn y el COPIA’S WALL Award. ¿Qué crees que ha sido el detonante de tanto reconocimiento? ¿Ves de especial actualidad tu proyecto por la importancia de la acumulación de imágenes que planteas?

No lo sé. Supongo que el trabajo puede invitar a pensar sobre las imágenes y la tecnología, en un momento en que parece que empezamos a intuir que esto tiene algunas implicaciones en nuestras vidas. De todos modos, a mí el tema de la omnipresencia de las imágenes no me interesa especialmente. Más que pensar cuántas imágenes hay, me interesa pensar qué hacen estas imágenes, o qué les hacemos hacer a las máquinas con estas imágenes. Me parece más urgente pensar desde qué ideología se educan los algoritmos que hacen y leen imágenes, y a qué intereses responden sus acciones.

Es paradójico que en la era de las imágenes y de la visibilidad, casi todas las imágenes que circulan son invisibles. La mayoría de las que hoy se producen son creadas por máquinas para que las vean otras máquinas. Leen las matrículas de los coches, detectan nuestros cuerpos y nuestras expresiones faciales, asesinan a través de drones teledirigidos, o transforman nuestros rostros en las pantallas de los teléfonos móviles. Creo que las cosas que pasan detrás de estas operaciones de imágenes y que no vemos son significantes, porque en el código de programación que define cómo ven e interpretan el mundo las máquinas, están cifradas las opresiones de clase, raza y género del sistema en el que vivimos. Estamos educando las máquinas para que puedan ver el mundo y para que con su acción lo transformen. Y del mismo modo que hacemos con nuestros hijos e hijas, tal vez deberíamos preocuparnos de la educación que están recibiendo nuestras máquinas y preguntarnos a qué intereses responde.

Sabemos de tu hiperactividad creativa. ¿Qué nos puedes decir del futuro? ¿En qué proyectos, además de las presentes exposiciones estás trabajando.

Siento que este trabajo todavía se mueve, así que la idea es seguirlo para ver hacia dónde va. Más que para cerrar el proyecto, intento encarar estas exposiciones como una oportunidad para que se continúe abriendo. Más adelante me gustaría hacer un libro, pero no tengo prisa. Paralelamente estoy empezando a experimentar con las fotografías de la extensísima colección de álbumes familiares de la rama sueca de mi familia. No tengo ni idea de cómo acabará y eso me gusta.

Para acabar queremos darte las gracias por acceder a cedernos tu proyecto para nuestra imagen y de paso lanzarte nuestra pregunta estrella que hacemos a todos nuestros entrevistados: ¿qué debe tener una imagen para conmoverte?

Pienso que debe tener algo que no acabe de entender, y que me permita volver a mirarla y pensar. Muchas gracias a vosotros por el reconocimiento y por el impulso para seguir trabajando.