Rubén García-Castro de Astrolab Estudio es la nueva incorporación al equipo de Art Photo Bcn y toma el testigo de Ariadna Serra al mando de la imagen de nuestro evento, que ha ido creciendo y transformándose desde la primera edición en 2014. El cambio ha sido una regeneración del festival y una necesaria adaptación a las novedades que se han ido desarrollando desde sus inicios.
La ampliación de actividad, el cambio de sede y el mantenimiento de la escala humana son algunas de las características que Rubén ha querido enfatizar en el nuevo sistema que ha creado y que nos gustaría que todos podáis disfrutar. Para indagar un poco más le planteamos algunas preguntas y os lo presentamos.
¿Definirías tu forma de trabajo como una introspección en el cliente?
Efectivamente, creo que en la mayoría de los casos los proyectos de diseño gráfico, nacen como una necesidad comunicativa del cliente. Y ahí estamos nosotros, los diseñadores, para ayudar a resolver esta necesidad.
Es fundamental que el diseñador se ponga en la piel del cliente, para encontrar la solución más ajustada a sus necesidades. Una solución a medida y eficaz que permita al cliente mostrarse tal como quiere ser percibido por su audiencia.
¿Qué claves te han dado el empujón definitivo para formar parte de nuestro equipo?
Para mí este tipo de proyectos son un reto personal. Ya que requiere de mucha responsabilidad. Y me apetecía mucho dar respuesta a las necesidades que teníais desde el punto de vista del diseño.
Tanto a Jon Unibaso (el programador de la web) como a mí, nos apasiona trabajar para clientes que tienen contenidos visuales muy potentes, y en este caso, un festival de fotografía, en el que el “ingrediente” principal es la imagen, nos parecía muy atractivo.
También el poder trabajar con Isabel Lázaro a la cabeza y con Miren Pastor, responsable de la comunicación, codo con codo, me parecía que podía ser una experiencia muy enriquecedora, y así lo está siendo.
¿Cómo llegaste a la conceptualización del logo de Art Photo Bcn?
Después de la fase de conceptualización, nos planteábamos mostrar tres conceptos clave en los que se quiere posicionar el festival: un festival cercano, que propicia el encuentro y que quiere conocer “lo nuevo”, y en base a estos tres conceptos nos propusimos tres objetivos: construir una imagen de alto impacto, que tenga crecimiento (generando un sistema gráfico con identidad propia) y finalmente que fuera equilibrado entre lo corporativo y la tendencia.
También analizamos a quién estábamos comunicando, y pensamos que sería ajustado que el imaginario donde nos moviéramos fuera el propio del mundo fotográfico, del mismo acto de fotografiar. Con estas premisas comenzó la fase de exploración creativa.
¿Cuáles son las claves de esta nueva identidad que vamos a disfrutar desde la sexta edición?
La fuerza de la imagen que hemos desarrollado para Art Photo Bcn tiene su base en la generación de un sistema visual, que va a aplicarse a todas las piezas del festival. No se trata de un logo aislado, sino de un sistema que genera una identidad más amplia.
Tenía claro que para generar gran impacto, era fundamental ser rotundos. Esto queda reflejado en la decisión de utilizar solo blanco y negro, y con la presencia de la tipografía, que se utiliza en cuerpos grandes, generando masas tipográficas de gran tamaño.
Por otro lado los grafismos tienen su inspiración en el diafragma de una cámara fotográfica. Me interesaba el concepto de “ojo” construido por diferentes piezas que se unen entre sí, y que se abre para captar lo que pasa ahí fuera. Esa unión de diferentes piezas remite a la idea de encuentro y nos genera un espacio gráfico fragmentado, diverso, superpuesto, en evolución, en movimiento.
Uno de los principales hallazgos fue la tipografía Scandia (Eric Olson, 2015). Se trata de una tipografía Sans Serif, para generar una comunicación rotunda y con un tono actual, que tiene una variante “Line” en el que las curvas se convierten en líneas rectas. Esta forma gráfica, queda muy evidente en la “O” que genera un decánogo. De una forma más abierta y sutil (sin caer en formas literales), nos recrea la idea del ojo-diafragma.
La forma del decánogo nos lleva a composiciones de espacios gráficos con ángulos de 36º que utilizamos para dibujar formas que sean habitadas por imágenes, fragmentándolas o generando composiciones por capas. Otra variante es que la propia tipografía, con el objetivo de generar movimiento y superposición, también se gira, dependiendo de los usos, en ángulos de 36º
Una vez definido el espacio tipográfico y el color (blanco y negro), se definió la composición, en diferentes variaciones que hacen que este logotipo no sea una imagen rígida, sino que se pueda modular dependiendo del formato y composición que se necesite.
Has trabajado mucho el mundo editorial y concretamente el relacionado con la fotografía. ¿Cuál es tu vinculación con el mundo de la fotografía?
Desde siempre me ha atraído mucho el “mundo del libro”. Cuando abordo un proyecto editorial, no solo tengo que pensar en lo que está ocurriendo dentro de la página (el estilo de letra, la maquetación y todas las posibilidades narrativas que nos da la secuenciación por páginas) sino que también estamos diseñando un objeto, construído con unos determinados materiales, tamaño, peso, etc…
Me parecen muy interesantes todas las tomas de decisiones a nivel de concepto que hay que realizar para que un libro llegue a su fin. Hacer ese viaje junto al cliente y junto con todos los demás actores (editores, fotomecanistas, impresores, encuadernadores, etc…) que son necesarios para que el libro llegue a buen puerto, es toda una aventura.
Mi vinculación con el mundo de la fotografía, arranca desde mi época de la facultad. Estudié Bellas Artes, ahí tuve la suerte de compartir horas de clase, plató y laboratorio con Juan Baraja, el cual en 2011 me puso en contacto con Gonzalo Golpe y el proyecto editorial Siete de un Golpe. Este estudio de “edición de arte” me permitió adentrarme en numerosos proyectos de libros de artista, en los que conocí a muchos profesionales del oficio y autores con los que disfrutar haciendo libros. Más tarde, en 2013 llegaría mi participación en el colectivo La Troupe, que a día de hoy creo que es uno de esos regalos que te da la vida, en cuanto a lo profesional y también en lo personal. Es un placer poder compartir espacio, proyectos, energías e ilusiones junto a profesionales como son Víctor Garrido, Luis Marino Cigüenza, Sonia Berger, Gonzalo Hernández, Jaime Narváez, Gonzalo Golpe y Miren Pastor, esta última con quien comparto en los últimos años, una especial actividad en proyectos de comunicación gráfica, abordando íntegramente la comunicación de eventos y festivales culturales.
¿Cómo ha evolucionado el sector desde la visión del diseñador?
Creo que la fotografía busca, a través del diseño, que sus proyectos puedan llegar más y mejor al espectador. Y como ambos mundos son territorios de experimentación e investigación, es un gustazo poder llegar a una exposición de fotografía, en la que el planteamiento expositivo, o las gráficas que acompañan a las imágenes están de verdad trabajando a la vez, potenciando los significados, impactando con sus mensajes.
Creo que la evolución viene por ahí, cuando la fotografía entiende que el diseño o la comunicación visual no es una simple operación estética o algo superficial, sino que el diseño puede estar presente vertebrando el discurso, potenciando la narrativa de la pieza.
Ésto se ve muy claramente en todo el desarrollo que está teniendo el fotolibro. Es aquí donde se hace presente el valor que el diseño puede aportar a un discurso fotográfico.
¿Qué opinas del supuesto boom del fotolibro?
Creo que estamos viviendo unos años muy bonitos, en los que este florecimiento de este tipo de publicaciones, está permitiendo a muchos autores encontrar nuevas formulas para canalizar y dar a luz sus proyectos fotográficos.
Soy consciente de que sacar un libro adelante (si se hace con seriedad) supone una gran apuesta por parte del autor. Más en estos tiempos en los que la autopublicación (y la auto-distribución) suele ser la forma más realista para sacar un proyecto adelante.
Creo que ese movimiento hacia adelante del autor, nos contagia a todo el equipo de una energía especial, que podría llamarse “compromiso”, “responsabilidad”, que hacen que todos trabajemos en pos de conseguir el objetivo: sacar el mejor libro posible, comunicando potente y rigurosamente todo aquello que el autor y su proyecto quieren reflejar.
Este anillo de energías que se crea en torno a un proyecto de foto-libro, es muy difícil de encontrar en otras disciplinas del diseño, y a mí me parece fascinante.
También es muy interesante ver como todo el sector de las “industrias gráficas” que se encuentra en plena transformación, tiene el reto dar respuesta a tiradas de libros más pequeñas, más ajustadas a los nuevos modelos editoriales como es la auto-publicación.
Está claro que los paradigmas editoriales han cambiado, y todos formamos parte de ese cambio. También desde el diseño creo que estamos dando respuesta a ese cambio, y trabajando para ello.
Creo también que el foto-libro tiene un gran reto por delante (después del “boom”) y se trata de ampliar la mirada, y abrirse a un público editorial más amplio, fuera del entorno propio de la fotografía. Creo que hay mucho por explorar y por divulgar en este sentido.
El diseño está presente en todo y tu trayectoria es buen ejemplo de ello. Eventos, interiores, webs, libros, marcas diversas… en que ámbito te mueves con mayor comodidad?
Es en el libro donde los retos y la forma de trabajar me hacen disfrutar más de los procesos. Y eso no quiere decir que sea sencillo, porque hay veces que los retos son complicados, sobre todo porque un libro supone muchas decisiones, agentes involucrados, etc… pero es cierto que una vez que lo tienes entre las manos, y ves que todo lo que hemos pensado funciona, es una sensación única.