Julián Barón es el autor invitado de la séptima edición de Art Photo Bcn. El autor invitado es una figura que creamos hace dos ediciones para dar un poco de luz e invitar a autores y autoras con una trayectoria destacada y experiencia versátil, por lo que no podía faltar Julián Barón. Fotógrafo, editor y sobre todo agitador cultural de diversos ámbitos que engloban el mundo de la imagen en su amplio espectro de productos finales. Viene con su último proyecto, El Laberinto mágico. Además nos deleitará con un taller tan interesante como fuera de su práctica habitual más ceñida al mundo del fotolibro. Esta vez le pedimos que se salga por los márgenes y él sin duda así lo propone.
Tu formación no es estrictamente fotográfica. ¿Cómo caíste en el mundo de la imagen y la creatividad? ¿Cuál ha sido la combinación para que acabaras implicándote en Blank Paper? ¿Qué virtudes destacarías de la producción desde las periferias?
Cuando tenía 18 años y comencé a estudiar ingeniería industrial, por 1998 o por ahí. Aprendí usando una cámara vieja que había por casa y acudiendo todas las semanas a la agrupación de fotografía Sarthou Carreres de Villareal, al lado de dónde estudiaba. Empecé haciendo fotos sueltas, luego series sobre temas concretos de 3, 5, 12 fotos, hasta que acabé realizando series más largas que poco a poco se fueron convirtiendo en proyectos fotográficos más complejos. Luego estuve trabajando como responsable de calidad de una empresa se señalización vial hasta que en 2007 entro a formar parte del colectivo Blank Paper. Desde la distancia, aunque viajaba a menudo a Madrid, conocer a toda la panda fue una apertura de mente muy grande para comprender a otro nivel las posibilidades del medio, debatíamos con energía sobre cada proyecto que se ponía encima de la mesa y las críticas nos hacían tomar posiciones en cuanto a lo que estábamos haciendo cada cual. ¿Cómo no implicarse con estos locos? No se si hay virtudes en la producción desde las periferias, pero sin duda se vive con menos estrés. Y no creo en los inconvenientes, las cosas pasan, simplemente son y navegar en ellas es el asunto que nos incumbe.
El laberinto mágico es una derivación natural de tus proyectos anteriores volviendo sobre la relectura de la historia y el entorno socio-político que nos envuelve. ¿Qué destacarías en la producción final de este proyecto? Del libro al film con aspectos casi preformativos y sin olvidar la fotografía como elemento de unión. Explícanos el por qué del resultado final y las motivaciones que te han llevado a transgredir la imagen una vez más.
El laberinto mágico es un proyecto que trata sobre recreaciones históricas de episodios de la Guerra Civil española que se celebran en localidades como Lopera, Fayón, Morata de Tajuña o Viver. Representaciones concebidas como acciones escénicas, a medio camino entre lo lúdico y lo cultural, con el propósito de acercar las batallas que tuvieron lugar entre 1936 y 1939 a generaciones que no han conocido de cerca la guerra. En ellas, recreadores y público se fusionan para condensar un imaginario proveniente del cine y las fotografías que realizaron los corresponsales de la que fue la primera guerra mediática. Fui a fotografiar estos eventos a lo largo de los últimos años y luego en el estudio se compuso el bombardeo de imágenes que compone este libro: un laberinto visual, un túnel del tiempo en el que las imágenes de un pasado doloroso se unen a los símbolos más superficiales de nuestra cultura contemporánea. Una situación que Max Aub sintetizó en boca de uno de los personajes de El laberinto mágico, el ciclo novelístico sobre la guerra de España del que este proyecto toma su título: “España nunca saldrá del laberinto porque España es el laberinto”.
Es un ensayo visual que ha acabado en una publicación editada por la Fundación Max Aub y en un film que se verá en la exposición de Art Photo Bcn. Me parece interesante como en los últimos tiempos, las discusiones, la recuperación de la memoria histórica sobre el tema pendiente de la guerra civil española, se han dado en las publicaciones, los libros. Buena cuenta de ello se puede en la bibliografía de asociaciones de memoria histórica locales que han ido tejiendo una red de conocimiento y alternativas a la historia oficial a través de la recuperación de historias, relatos, fotografías… Así que llevar estas recreaciones históricas a un libro me ayudó a practicar y comprender esas traslaciones entre espacios de memoria y activaciones.
A menudo considero trabajar el fotolibro como medio de comunicación de mis ensayos visuales. En este caso para el diseño de la publicación, realizado junto a Mati Martí, partimos de la idea de jugar con el espacio del libro como un laberinto. Es por esto que surgió la idea de hacer un libro sin coser, y que se guardará en una caja, para que el lector pudiera desarmar el libro y cambiar los encuentros entre imágenes para proponer otras secuencias en el laberinto. Aunque tiene diferentes modos de activar su lectura y al primer encuentro con el libro siente esa idea de laberinto. En el centro del libro, emulando el centro del laberinto, se encuentra un texto de textos que están escritos por 6 voces que sintetizan en unas pocas palabras lo que les sugiere lo que han visto. Textos escritos en la lengua natural de quien los escribe: castellano, catalán, gallego y euskera. Con este texto de textos se quiere hacer visible el conflicto de nacionalidades que también son causa, entre otras, de esta guerra.
Has participado en laboratorios colaborativos con otros autores y tu obra siempre tiene esa transversalidad inusual en el estricto mundo fotográfico. ¿En qué práctica te sientes más cómodo? ¿Esta experimentación es fruto de la saturación de la imagen o justamente por indagar en ella?
Hay una parte del “mundo fotográfico” que si es muy estático (estricto), pero ahora las fotos circulan a toda hostia. De estos encuentros lo que más me interesa es la mezcla, observar y canalizar ese choque o expresión tan atípica que surge del cruce de voces, pensamientos y sentimientos. Todavía nos cuesta comprender que no todos vemos igual, literal, biológica y psicológicamente. El ojo tiene limites, y superar esos límites experimentado junto a otras personas para indagar en la saturación de imágenes es revelador.
Volviendo a la muestra con la que ocuparás parte del Santa Mònica y tus intereses colaborativos, ¿cuál crees que es la posición del autor y el valor de la autoría en un proyecto que implica a más profesionales?
Aunque tu tengas una idea y la lleves adelante siempre vas a necesitar algún tipo de ayuda externa o equipo humano (además de ti) para hacerla realidad. Lo que me interesa de los equipos es el todo, cada parte que se integra con otra parte para hacer coro.
Indagando en el aspecto pedagógico de tu proyecto. Háblanos un poco del taller que propones para el festival. ¿Qué dinámicas quieres activar en los participantes? ¿Qué se puede esperar de un taller transversal como el que planteas?
La Jaula es un taller para pensar y practicar la fotografía más como una materia de reinvención perpetua que de descubrimiento definitivo. Nuestra intención es mapear la gran variedad de ópticas que sitúan a la fotografía a re-imaginar tramas y géneros en las que se desenvuelven sus historias. Las sesiones del taller combinan dinámicas tanto individuales como grupales, desde donde plantear ejercicios visuales para activar nuestras ideas y proyectos.
Es un taller para investigar, ordenar, guiar, participar, interpretar y entender mejor cómo las imágenes fotográficas pueden activar nuestras historias. El objetivo principal del taller es conocer, comprender y aplicar los recursos de narrativa visual en proyectos fotográficos. Así como profundizar en la formación y el intercambio de experiencias en un ambiente de reflexión crítica. Lo que se puede esperar es agitación.
Para acabar te hacemos la pregunta de rigor… ¿qué tiene que tener una imagen para que te emocione?
Nada en concreto, las imágenes las activa quien las mira. Más bien me preguntaría ¿Qué tengo yo (o… de qué estoy hecho yo) para que esta imagen me afecte?