26 abril, 2022

Vanessa Roca: «La repercusión que tuvo el proyecto fue una especie de confirmación de que mis fotografías habían hablado»

Vanessa Roca es la ganadora de la octava edición del festival con su proyecto Never Neverland. Una visión ácida y a su vez festiva muy acorde con la intencionalidad que queremos imprimir a esta novena edición que tendrá lugar en septiembre de 2022. Nos encontramos en un momento de cambio, un nuevo paradigma post-pandémico se abre ante nosotros y creemos que su proyecto es una buena materialización de cómo enfocar esos cambios, desde la reflexión y la insubordinación. Comentamos con ella aspectos de la vida y la fotografía para conocer mejor su manera de hacer. Periodista de formación y docente, Vanessa imprime en sus proyectos una aproximación íntima y cotidiana que fluye en una estética sin grandes alardes que le aporta un dramatismo real muy identificativo.


En la octava edición de Art Photo Bcn te llevaste unos cuantos premios. ¿Te esperabas esta repercusión del proyecto en la ciudad en la que resides? ¿Qué fue lo primero que pensaste cuando
oíste tú nombre?


La verdad es que no, no me esperaba para nada ganar. Cuando oí mi nombre la primera vez fue una sorpresa muy agradable y sinceramente pensaba que no volvería a ser nombrada, ¡pero mi nombre salió tres veces más! No me lo podía creer, me quedé muy shockeada en el buen sentido. No me esperaba que Never Neverland llegase a tener esa repercusión, había artistas muy talentosos presentándose a los Visionados. La repercusión que tuvo el proyecto fue una especie de confirmación de que mis fotografías habían hablado y que varias personas las habían escuchado y valorado. Me dio impulso para seguir trabajando. Justo unas semanas antes había decidido que dejaba el trabajo en el que estaba para dedicarme más de lleno a la fotografía y a la creación. Fue como una señal de que había tomado una buena decisión.


El tuyo es un proyecto íntimo sobre el propio camino, la vulnerabilidad y evolución. ¿Cómo te decidiste a darle forma y difusión? ¿Nos puedes explicar de donde surgió la idea y como maduraste su idoneidad para formar parte de un festival?

El proyecto nació por un impulso de fotografiar a las personas más cercanas y algunas de las experiencias que vivía con ellas, hará unos seis años. Este impulso totalmente emocional e intuitivo se ha extendido hasta el día de hoy y continua. Volviendo de un viaje catártico para mí, llegó un momento de cambio en el que decidí revisar el trabajo hecho durante todo ese tiempo, juntarlo y darle forma. Hasta el momento, las fotografías solo las veía yo y las personas que salían en ellas. Llevarlo hacia fuera se dio en mí por una necesidad personal de cerrar un ciclo vital y poder abrir otra etapa diferente. Así que trabajar en mostrar este proyecto tan íntimo me costó un tiempo y muchas inseguridades. Tuve que hacer todo un proceso de afrontar las fotografías que tenía ante mí para poder separarme de ellas, a la vez que meterme lo suficiente en ellas para no enfriarlas. Al principio, emocionalmente fue demasiado exigente. Cuando llegó el confinamiento decidí empezar a madurar el proyecto a fuego lento y mutó mucho hasta que me sentí lo suficientemente segura como para poder sacarlo de mí y soltarlo en un contexto oficial y público como son los Visionados de Art Photo Bcn.

En estos últimos años, he sentido una lucha interna que me lleva a percibir el paso de la vida como un cruce entre la celebración del presente, la nostalgia del pasado y la incertidumbre del futuro. Por momentos, he sentido miedo a que con el paso del tiempo creciese en mí una incapacidad de experimentar la vida desde la intensidad que merece. Así que todas las fotografías del proyecto me recuerdan que estoy aquí, que estamos vivos; desde una intensidad a veces difícil de sostener y otras veces necesaria para seguir. Diría que ese impulso se daba, sin saberlo, por una necesidad de entender mis propios procesos. Las fotografías me hacían revivir mis experiencias y vínculos ya pasados. Tengo muy pocos recuerdos de mi infancia y creo que no quería quedarme sin recuerdos de una época muy intensa, como ha sido el tránsito de los 25 a los 31 años.


Trabajas en analógico. ¿Qué te aporta este aspecto que crees que se perdería en digital? ¿Cuáles son tus principales referentes estéticos y conceptuales?

El analógico me da la posibilidad de desapegarme del hecho de querer buscar la perfección técnica. Con el digital me obsesionaría y repetiría una misma fotografía muchas veces. He preferido utilizar la técnica que más me deja desapegarme del medio para centrarme en la sensación del momento, siendo la fotografía importante para mí como medio de expresión. Además, el analógico me da la opción de sorprenderme y aceptar el resultado de las circunstancias, así como se da la vida. Si me pudiese hacer demasiado caso (podría con el digital), trasladaría mi parte más controladora a mi trabajo. Impondría algo en la misma fotografía que no querría imponer. Con el analógico, me siento más libre de mi mente. Prefiero su espontaneidad y su frescura. Además, hay algo adictivo en no saber qué resultados voy a obtener, en ir escaneando foto por foto y que cada una sea un regalo. Con algunos me decepciono y otros las celebro como si hubiese ganado algo. Es divertido.

Mi referente más importante han sido sobre todo las conexiones que hemos creado con las maravillosas personas que me han acompañado y me acompañan. Me han dado la confianza para poder llegar a expresarme de forma muy profunda. Valoro cada una de esas conexiones como lo más inspirador de mi vida. Me gusta pensar que la esfera íntima puede ocupar un espacio visible grande, ya que tendemos a asociar lo íntimo a lo pequeño, a lo secreto y lo que va hacia dentro. Así que me atrae la idea de llevar los cuerpos y las vulnerabilidades al gran formato.


El tuyo es un proyecto con diversas capas de lectura, desde la fiesta constante a la dureza de la vulnerabilidad o fragilidad del momento de cambio. La ironía de la imagen y su contrasentido es una constante. ¿Crees que es un reflejo del momento que estamos viviendo con una constante nueva normalidad en el horizonte? Cómo se inserta temporalmente tu proyecto en el momento pandémico que nos ha tocado? ¿Cómo se han generado las dinámicas de trabajo del proyecto con las personas que aparecen?

Siento que todos los cambios abruptos que hemos vivido en colectivo nos han llevado a ser más conscientes de que la seguridad no existe. En mi caso, la inestabilidad y el cambio han sido una constante. Me ahogo en las situaciones demasiado rutinarias y sin riesgos, así que ese aspecto de afrontar nuevos cambios no me preocupaba tanto. El encierro, sobre todo, me dejó espacio para poder bajar a la tierra todo lo producido hasta el momento, formalizar y madurar el proyecto. Me pude sentar, editar, verlo desde otra perspectiva y darle muchas vueltas… A la vez, ese periodo me devolvió a viejos conflictos internos, me sentí más cercana a mí misma y a la vez seguí tirando fotos.

El confinamiento también cambió mi ritmo de producción de imágenes. Como persona un tanto ansiosa que soy, me sentía inquieta cuando veía que el encierro se alargaba, lo que significaba que no podría enviar los carretes a revelar. Así que aprendí a revelar por Internet. Compré químicos y empecé a revelar en casa. Desde entonces sigo revelando yo misma y eso me permite tirar más rollos y tener más opciones. Esto es una ventaja. Antes me restringía mucho más a la hora de tirar porque no podía asumir tanto gasto.

No ha habido dinámicas de trabajo muy pensadas con las personas que salen en el proyecto. Todo ha surgido de la admiración y el amor de cada conexión. La cámara me daba la posibilidad de poder mirarlas y que se dejasen mirar más rato, y de enseñarles como las veía. Me cuesta expresar mis emociones con la palabra, así que creo que la fotografía me da la oportunidad de decirles a las personas que quiero: “te veo, tu vulnerabilidad me emociona y te valoro y acepto por ser quién eres”. Ha sido y es mi manera de expresar el amor. Llegó un momento en el que la fotografía se volvió más constante y, en algunos de esos vínculos, la cámara se convirtió en un elemento importante. El juego y la creación se hacían más evidentes, eso nos llevó a arriesgarnos más y a llevar la vida un poco más al límite. Es como si el hecho de crear algo juntos fuese una excusa perfecta para darnos más permiso de vivir.


Tu trabajo es íntimo y personal desarrollado normalmente en interiores con estéticas marcadamente cotidianas. ¿Cómo crees que se relaciona tu proyecto con el fenómeno Instagram? ¿Cómo se diferencia de la intencionalidad testimonial del medio?

Durante mucho tiempo me sentí apartada de lo que vivía, puesta por mí misma fuera de lo más cercano, como una espectadora de mi propia vida. Cuando empecé a sentirme dentro, me surgió la necesidad de hacer fotos sobre lo que tenía más cerca. Era como una forma de vivir dos veces y también de dejar constancia de que en ese momento me había sentido dentro de la vida. Yo vengo más de la generación del Fotolog. Y siento que en esa época el uso de las plataformas digitales para expresarse y mostrarse era más genuino de lo que ocurre ahora con Instagram. Como adolescente, recuerdo sentirlo como un espacio más seguro, menos contaminado de odio y de censura. Éramos más inocentes de cara a la cultura digital.

Me parece increíble que se pueda compartir con gente tan dispar haciendo un solo clic pero creo que Instagram tiene muchas limitaciones. Por ejemplo, a día de hoy, muchas de mis fotografías no las puedo subir por los desnudos. Es un buen medio para publicitar cosas, pero no me parece que sea un buen lugar para dejar el testimonio de un sentir complejo. Mi trabajo intenta expresar la complejidad de la búsqueda personal y la vulnerabilidad de querer definirla en un contexto social marcado por la rapidez y la exigencia social. Así que creo que fotografiar y mostrar momentos íntimos me coloca en un espacio de oposición directa a la idea de mostrarse contundente e impenetrable ante los demás, una posición que creo que se fomenta en Instagram y en la que siento que no deberíamos estar como seres humanos. Me cuesta mucho ver la esencia en Instagram.

La atmósfera que transmiten tus imágenes son cerradas, de proximidad estrecha entre cámara y protagonistas, casi de alta densidad. Cuéntanos alguna anécdota del momento de desarrollo del proyecto.

Hay fotografías del confinamiento o posteriores, pero también de tres años antes a la pandemia. La atmósfera íntima es consecuencia de que las personas que salen en las fotografías forman parte de mi familia. Así que diría que las imágenes son la expresión y la prueba de ese vínculo. Estábamos en Grecia y Albert, uno de mis mejores amigos, a quien le encantan los retos, vio un árbol muy bonito que estaba semi tumbado y decidió ir corriendo a subirlo. Yo me alejé un poco y lo fotografié. Le pedí que avanzará más en el árbol y desde unos 30 metros de distancia vi que algo se rompía y él quedaba colgando. Asustadísima, me acerqué para ayudarle a poder bajar. Cuando pudo bajar me dijo: “¿me has pillado colgado del árbol?”.

Mi compañera de piso y hermana Gráinne decidió raparse el pelo ella misma antes del confinamiento. Ella sentía que estaba en un periodo de cambio y quería desprenderse de su pelo. Le pedí que me esperara, que quería fotografiar ese momento. La emoción y los nervios que tenía ella mientras se rapaba, los tenía también yo mientras la fotografiaba. Al terminar le pedí un retrato mirando a cámara y fue la primera vez que vi en su rostro, de forma muy clara, la mezcla de la consistencia y la delicadeza.


Además de los premios en formación y difusión, que destacarías de la experiencia de tu paso por el festival Art Photo Bcn? ¿Qué consejo le darías a quien quiera mover su proyecto por el circuito de festivales? ¿Qué vida le ves al proyecto más allá de la repercusión actual? ¿En qué punto te encuentras?

De la experiencia de Art Photo Bcn destacaría el cuidado de la gente que trabaja en el festival y la unión con lxs artistas que participaban en los Visionados. Conocí gente muy bonita ese día con la que sigo teniendo relación. Fue un día muy intenso, de muchas emociones contrariadas en muy pocas horas. No sé si puedo aconsejar nada a nadie. Solo podría compartir la sensación que me ha surgido cuando he presentado mi trabajo en contextos más oficiales como los Visionados de Art Photo Bcn. Mi trabajo tiene mucho que ver con la autoexposición y detrás de la cámara me siento segura. Hablando en público y detrás de un micrófono me cuesta bastante más. En estos contextos donde se te está visionando para valorarte y tienes unos minutos para explicarte, es difícil lidiar con los nervios y la rigidez de la tensión.

Así que una vez presentado el proyecto, sentí que no había sido todo lo fiel que podría a mi trabajo y me sentía exprimida. Lo que quería decir estaba en las imágenes, pero sentía que si me explicaba demasiado se perdería. ¿No se pierde la magia de un disco cuando se explica? Después de esta experiencia en Art Photo Bcn, me di cuenta de que tenía que darme el permiso de vivir, de forma tranquila, el proceso de llevar hacia fuera todo lo que ha sido durante mucho tiempo solo mío y de mi gente. Y en este proceso todo cabe, también la duda, la inseguridad y la necesidad de aceptación. Al final, no es más que lo que sentimos todo el rato en la vida. El próximo objetivo con el proyecto es publicar un fotolibro y espero que sea pronto. Estoy buscando la mejor forma para hacerlo y quedarme satisfecha.


Para acabar la pregunta obligatoria. ¿Qué debe tener una imagen para conmoverte?

El otro día estaba viendo una entrevista a Duane Michals y me pareció muy preciso tal y como explicaba lo siguiente: “yo pienso que las fotos tienen que tener una atmósfera y cuanto más profundo es el sentimiento, menos específico es, solo puedes sugerirlo, solo puedes captarlo quizás en las sombras”. Y entendí que me conmueve una fotografía cuando no me hacen falta explicaciones porque hay aspectos de la existencia que simplemente no pueden ser explicados en su totalidad, únicamente queda sentirlos e intentar acercarte a ellos de la forma más profunda posible.