Llovet y de Llobet, Alex y Josep Maria, son los magos que hacen posible las interesantes publicaciones de Ediciones Posibles. Un proyecto editorial independiente que ha ido dando pasos agigantados desde su creación hace ya cuatro años gracias a un recorrido caracterizado por la honestidad de sus propuestas. Una edición a cuatro manos con los autores y autoras de su catálogo, en el que se incluyen sus propios proyectos. El trabajo del editor en manos de dos autores, lo que hace que se cree un traje a medida con cada título. Grandes docentes y activadores de la escena fotográfica catalana, charlamos con ellos sobre su trayectoria, objetivos y maneras de entender el circuito del que participan como harán desde el Photobook Market de la próxima edición Art Photo Bcn.
¿Cómo y cuándo os interesasteis por la creación de vuestro propio sello editorial? Llevabais caminos individuales pero se os ve muy cómodos trabajando en tándem. ¿Cómo ha sido este proceso de simbiosis?
A. – A principios de 2018 yo andaba editando “Beware Of The Dog”, el que sería mi tercer fotolibro. Los dos anteriores habían sido autopublicados y era muy consciente de ciertas limitaciones estructurales del sector respecto a la autoedición, tanto a nivel de financiación como de difusión y distribución. Además, por un lado estaba más y más obsesionado con la exploración del formato fotolibro, y por otro tenía muchas ganas de trabajar como editor junto a otros autores y de ayudarles a dar salida a sus trabajos. De todas estas circunstancias surgió la idea de crear una editorial que me diese una pequeña estructura desde donde desarrollar todas estas inquietudes. Y claro, entre dos las penas pesan la mitad y las alegrías el doble, por lo que se lo propuse al Llobet con B, mi amigo de infancia con quien hemos compartido siempre la pasión por la fotografía. Él no dudó un segundo en apuntarse, y aunque creo que en aquel momento ninguno de los dos era demasiado consciente de lo que implicaba tener una editorial, lo cierto es que hemos ido aprendiendo poco a poco el oficio con cada nuevo libro que publicamos.
¿Cuál es el proceso de selección de proyectos? ¿En qué línea editorial situáis vuestros títulos? Jugáis con lo posible ya desde vuestro nombre. ¿Cuál es el objetivo de Ediciones Posibles? ¿Os habéis encontrado libros imposibles?
JM. – Es difícil establecer una pauta que defina el proceso de selección de los proyectos, ya que tampoco hemos publicado muchos títulos. Acaba de salir el décimo libro de nuestra factoría, que es todo un éxito, pero seguimos siendo unos recién llegados al mundo editorial. Recibimos propuestas constantemente, y eso nos halaga, pero somos muy prudentes a la hora de tomar decisiones. Para que un proyecto acabe materializándose, en primer lugar tiene que despertar en nosotros un vínculo emocional y estético. Somos dos personas muy distintas, pero tenemos una conexión sensitiva que nos facilita el acuerdo a la hora de seleccionar los proyectos. Si te fijas en los libros que hemos publicado hasta ahora, todos tienen un aire común que me resulta difícil de definir, pero que sería una mezcla de respeto por lo fotografiado, atención a los detalles y pulcritud en la mirada. Y esto lo encontramos en autores que usan la fotografía como documento, pero también en aquellos para quienes la imagen fotográfica funciona como un verso en un poemario al que llamamos fotolibro. Todo esto explica en parte nuestra personalidad como editores y, cómo no, el nombre de Ediciones Posibles. Al principio del proceso de crear un libro hay un momento en que todo es posible. Antes de tomar la primera de toda una serie de decisiones, ese primer instante nos resulta especialmente emocionante. Una idea, un proyecto que aún no ha tomado forma, que no se ha materializado en este soporte, el libro, que le permitirá perdurar en el tiempo. El libro es la materialización de un sueño, el del autor. Y aceptamos que un libro es una posibilidad entre un millón. Nuestro trabajo, y ese es nuestro reto, es ir tomando decisiones que irán reduciendo paulatinamente todas esas posibilidades hasta llegar a una sola: el libro que finalmente será. De momento no nos hemos encontrado con libros imposibles, pero no es imposible que suceda.
Ambos sois docentes y son muy conocidas vuestras asesorías editoriales. ¿Es difícil aconsejar desde la propia visión como autor? ¿Cómo conjugáis las opiniones de ambos? ¿Os ponéis de acuerdo fácilmente?
A – Creo que es mucho más fácil trabajar el material ajeno que el propio, porque como editor no vienes condicionado por la mochila emocional que trae consigo todo proyecto. Tienes una mirada externa, digamos que más neutra, y por tanto más “objetiva”, si eso es posible, en el sentido de poder ponerte más fácilmente en la piel del futuro lector y saber como ordenar y dosificar la información para que se descifre de la mejor manera posible. Yo me paso el día editando, tanto proyectos propios como de otros autores (ya sea en mis clases de creación de fotolibros o en tutorías personales), y como les digo a mis alumnos, la edición es un músculo, cuanto más lo ejercitas, mejor responde. En cuanto a editar con Josep Maria, lo cierto es que funcionamos con mucha naturalidad y nuestros puntos de vista se complementan y enriquecen mutuamente hasta llegar a las soluciones más óptimas. Al final se trata de encontrar la mejor manera de vehicular el discurso del autor a través de sus imágenes y nos ponemos fácilmente de acuerdo. Supongo que ayuda el hecho de conocernos tan bien desde hace tantos años.
Como autores, Alex va más hacia lo conceptual extraído de lo cotidiano, esa dicotomía entre lo real e irreal. Josep Maria versa sobre lo urbano y la deconstrucción para reconstruir una nueva mirada. Desde lejos se os ve como puntos en fuga de un mismo discurso sobre el entorno. ¿Os pasa lo mismo a la hora de editar? En vuestros libros se ve una línea definitoria pero a su vez una adaptación completa a los proyectos que caen en vuestras manos. ¿Cómo se consigue el equilibrio?
JM – El equilibrio es el resultado de poner todo nuestro trabajo al servicio del proyecto. Por un lado, el libro como campo de experimentación tiene infinitas posibilidades y se trata de explorar qué combinación es la idónea para cada trabajo. Por otro lado, no podemos dejar de ser nosotros mismos. Cuando aceptamos una propuesta es porque deseamos zambullirnos en ella y es inevitable que haya parte de nosotros en el resultado final. Todo el proceso viene determinado por el diálogo. Venimos dialogando entre nosotros como parte de nuestros procesos creativos desde los tiempos de estudiantes en el Institut d’Estudis Fotogràfics de Catalunya, y no hemos dejado de hacerlo. Lo que hacemos a la hora de editar libros de otros fotógrafos es un capítulo más en nuestro diálogo personal, por eso sigue siendo un proceso fluido. Si lo miramos con cierta perspectiva, fundar la editorial era un paso lógico.
La pandemia nos ha dejado a todos un poco aislados y huérfanos de eventos y festivales en los que se os podía ver como pez en el agua desde vuestros inicios. ¿Cómo creéis que se acerca la próxima temporada? ¿Ha cambiado mucho vuestra forma de trabajar tanto con autores y autoras como con el público? La demanda de libros había crecido exponencialmente en 2020 con la crisis pandémica. ¿Ha pasado lo mismo con el fotolibro?
A – Nuestra forma de trabajar no ha cambiado por causa de la pandemia. Como todo en esta vida, esta trajo cosas positivas y negativas. La pausa nos obligó a bajar el ritmo de trabajo y mirar hacia dentro, a lo personal y a la familia, para reflexionar sobre la importancia de vivir más el momento presente, y de valorar y disfrutar cada aspecto del camino. Nosotros no hemos notado diferencias por causa de la crisis. Afortunadamente podemos seguir haciendo lo que nos gusta, y tratando, poco a poco, de abrirnos a otros mercados extranjeros donde se valora más la fotografía y el formato fotolibro.
Desde Art Photo Bcn recuperamos el concepto de Photobook Market para volver a esa parte más social y relacional de la actividad solitaria que de por sí son los libros. ¿Qué creéis que diferencia a vuestro sector dentro de la editorial en general? Puede que sea el fotolibro un formato más amigo de la colectividad?
JM – El sector del fotolibro es muy minoritario, especialmente en nuestro país, donde no se venden apenas libros de fotografía. Eso propicia el sentimiento de club, o de secta, según se mire, y las ferias sirven para reconocernos y darnos palmaditas en la espalda, que viene bien de vez en cuando.
A – Y también es una buena oportunidad para conocer personalmente a nuestros lectores e intercambiar opiniones.
Nos dijo una coleccionista que cuando te pica el bicho del fotolibro ya no te lo quitas de encima. ¿Vuestra editorial va creando pequeños adeptos o son compradores ocasionales? ¿Existe realmente un circuito fotográfico sólido tanto para producir como para vender? ¿Por qué sigue siendo tan hermética la imagen y el fotolibro si estamos inundados de ellas? ¿Dónde creéis que reside la clave para la creación de los ansiados nuevos públicos que todos buscan?
A – Esta coleccionista tiene mucha razón! Y muchos de mis alumnos también me maldicen por contagiarles… En cuanto a nuestro público, es una mezcla de compradores fieles que confían en nuestro criterio editorial y de compradores puntuales que se interesan por uno u otro título. Lo cierto es que, como ya hemos comentado, en España se venden pocos fotolibros y si no consigues salir fuera, es muy difícil, sino imposible, cuadrar los números. Si quieres producir libros de calidad, hacer pocos ejemplares resulta en un precio por libro carísimo, y por tanto luego difícil de vender, y hacer más ejemplares es complicado por la falta de compradores… En cuanto a los nuevos públicos, es un tema complejo. Por un lado deberíamos empezar a educar a las nuevas generaciones desde el colegio, enseñarles a leer imágenes. Como dijo el pintor y fotógrafo húngaro Moholy-Nagy: “Quien no pueda leer una foto será el analfabeto del siglo XX”… Enseñamos a los niños a leer palabras pero no a decodificar las imágenes de las que están rodeados todo el día. Probablemente sea la manera que tiene el poder, de mantener su capacidad de manipulación sobre la masa… Por otro lado, para conseguir llegar a más público pienso que habría que intentar hacer fotolibros capaces de comunicarse a diferentes niveles, no solo para los superentendidos en el formato. Pero claro, el nivel de hermetismo del discurso es una decisión autoral, por lo que cualquier opinión es válida. Finalmente también hemos de trabajar para hacer proselitismo de este formato maravilloso… ¡y en eso andamos!
Con el formato fotolibro también ha habido una aceleración productiva en los últimos 20 años. ¿Son los libros el reducto de muchos proyectos que no consiguen materializarse por otras vías? ¿Es el formato libro flexible a todos los proyectos? ¿Hasta dónde entra en fricción el editor con el autor empecinado en un formato que no le es beneficioso al proyecto? ¿Cómo hacéis el cambio de chaqueta de editor a autor? ¿Es un cambio orgánico y fácil u os toca ir contra vuestra propia corriente?
JM – No hay una única razón que explique la proliferación de fotolibros. Por un lado tenemos a una generación de fotógrafos que fueron pioneros en este formato. Algunos sitúan su gran explosión en España alrededor de 2013, justo 5 años depués de que estallara la crisis financiera e inmobiliaria. No es casualidad. El fotolibro empezó a ganar adeptos entre fotógrafos inquietos que se rebelaban contra un entorno elitista, al igual que en otros medios creativos como la música y el cine. La tecnología digital permitió reducir los costes de producción para finalizar proyectos y que no se quedasen en un cajón esperando la oportunidad por parte de una galería o una editorial grande. Algunos de estos fotógrafos acabaron fundando sus propias editoriales, otros se especializaron en la preimpresión, por ejemplo, y eso ha ayudado a generar un ecosistema en el que se habla un lenguaje común, el fotográfico, donde los autores se sienten cómodos y las diversas generaciones se interrelacionan. A pesar de todo, hay proyectos que funcionan mejor en una sala, o en soportes instalativos o audiovisuales. El fotolibro no siempre es necesario, aunque en esos casos se puede recurrir al catálogo fotográfico para documentar un trabajo que se presentó en otros formatos. Editar un buen catálogo puede resultar un reto apasionante, en el que poner a prueba el formato editorial. En cuanto a la relación entre el editor y el autor, de momento hemos tenido mucha suerte y no ha habido fricciones, aunque en ocasiones toca negociar y persuadir, y lo hacemos con gusto, ya que somos conscientes que el autor tiene la última palabra: ¡es su obra! También hay un aspecto que para nosotros es muy importante. No hacemos libros con autores con quienes no veamos una conexión personal. Este trabajo lo hacemos para divertirnos y aprender, así que procuramos colaborar con gente con la que nos llevamos bien. Esto, por supuesto, también lo aplicamos a nuestros colaboradores. Cuando se trata de editar nuestro propio trabajo, como ya hemos dicho antes, el diálogo resulta muy fluido, forma parte de nuestro proceso habitual, aunque cada uno tiene sus propios métodos. En el caso de Alex, dispara con el corazón y edita con el cerebro, así que trae los deberes hechos de casa. Yo muchas veces no empiezo a disparar hasta que el proyecto entero está configurado mentalmente, con lo que la estructura ya viene establecida. En cualquiera de los casos, nos viene muy bien la mirada fresca del otro.
Para acabar la pregunta obligada que os pedimos que contestéis por separado, ya que es bastante personal: ¿qué debe tener una imagen para que os conmueva?
JM- Un reconocimiento del otro, del autor, que se traduce en una vibración provocada por la honestidad de la mirada sobre este mundo que compartimos. Me conmueve el reconocimiento de una sensibilidad distinta a la mía; una mirada capaz de desvelarme nuevas percepciones de la realidad y con la que me siento identificado.
A – En mi caso, diría que una imagen me conmueve cuando me transporta más allá de su literalidad para conectarme con aspectos profundos del subconsciente, cuando no basta mi análisis mental para descifrarla y consigue atraparme en su misterio.